El esfuerzo por impedir la entrada ilegal de haitianos a la República Dominicana, se ha convertido en el cuento de nunca acabar. Y es que en la actualidad las penurias socio-económicas, la catástrofe del terremoto de enero del 2010 y la fulminante epidemia del cólera, provoca que cientos de nacionales del vecino país salgan en busca de una estabilidad, que los enfrenta a un problema más, evitar ser repatriados o víctimas de discriminación.
La República Dominicana, siempre, ha sido punto clave para la inmigración extranjera, de todo tipo de grupos sociales y culturales. Haití, en el año 2006 fue incluido por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en los nueve países con mayor tasa de inmigración, en su mayoría el destino predilecto de los haitianos, era su país vecino.
Debido a la alta incidencia de los haitianos en territorio dominicano, decenas son apresados a la semana por miembros del Ejército Nacional y del Cuerpo Especializado de Seguridad Fronteriza Terrestre (CESFRONT), y luego deportados a su país por la Dirección General de Migración.
En ese sentido, nuestro país ha sido objeto de fuertes críticas internacionales por el supuesto maltrato que reciben los haitianos por parte del gobierno dominicano, en momentos en que estos son extraditados.
El director General Migración, Sigfrido Pared Pérez, defiende los operativos que realizan las autoridades dominicanas para las repatriaciones de haitianos indocumentados, y reconoce que en ocasiones se cometen excesos los cuales asegura serán castigados.
La Dirección de Migración dice que con regularidad advierte a militares e inspectores, a no incurrir en esta práctica que representa una franca violación a sus derechos. Sin embargo entiende pues que nadie debe discutir el derecho de los estados sobre los inmigrantes que ocupan su territorio.
Sigfrido Pared Pérez resalta que República Dominicana ha sido el único país que suspendió las deportaciones durante todo un año, luego del devastador terremoto que dejo miles de muertos en Haití, asimismo recordó que fue reiterativo en que se retomarían las repatriaciones. Tal y como sucedió tras la crisis suscitada por la epidemia del Cólera, que dio a lugar que el Gobierno dominicano tomara medidas preventivas y reanudara las repatriaciones de indocumentados que habían sido suspendida esporádicamente.
El vicealmirante Sigfrido Pared Pérez afirma que hace tiempo República Dominicana asumió la recomendación de Estados Unidos y algunas organizaciones internacionales en torno a la política migratoria contra los haitianos, aclarando que en las repatriaciones de indocumentados se respetan sus derechos humanos.
Pero esto se contradice con las declaraciones del presidente de la asociación de estudiantes haitianos en Santo Domingo, Florial Nikersson, quien considera que las deportaciones están "estigmatizadas y son discriminatorias".
Y las del embajador haitiano en el país, Fritz Cinéas, quien manifestó que el gobierno dominicano no siempre cumple con los acuerdos de protocolo subscritos con su nación para realizar las repatriaciones de haitianos ilegales. Además del Servicio Jesuita para los Refugiados y Migrantes, una organización católica de defensa de los derechos humanos, que denunció por su parte que la repatriación de haitianos se realiza a partir de un perfil racial, en muchos casos sin verificar la documentación de los extranjeros.
Según un acuerdo dominico-haitiano, las autoridades dominicanas no pueden realizar redadas en los barrios para detener haitianos ilegales, ninguna persona puede ser deportada sin que se le permita reunir sus bienes y avisar a su familia, asimismo las repatriaciones están prohibidas durante la noche y en días de descanso, dichos planteamientos según testimonios sostenidos no son asumidos por las autoridades competentes.
Pero se trata de una realidad compleja que es sensible en lo humano y delicada en lo político, por muchas razones.
En nuestro país viven más de un millón de haitianos, de los cuales solo11 mil residen de forma legal, una buena parte posee visa y otros tienen carnet de trabajo, que es una forma legal de permanecer en dominicana, según datos oficiales de la Dirección de Migración. Los mismos cuentan que más de 3 mil ciudadanos haitianos han sido devueltos a su país en menos de un mes.
El gobierno dominicano no tiene cifras oficiales sobre el número anual de deportados haitianos. El último registro dado a conocer indica que en el 2008 fueron repatriados de República Dominicana a Haití 20.000 ciudadanos de ese país que vivían ilegalmente en territorio dominicano.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) dice que al menos 600.000 haitianos están indocumentados, en la Republica Dominicana.
El carácter ilegal de los inmigrantes haitianos en el país comprende tres variables: en primer lugar los haitiano que penetran a la República por la frontera, le sigue el inmigrante haitiano que llega por vía legal a través de un contrato de trabajo, pero luego terminado el tiempo, o antes de terminar abandona el convenio.
Por último los haitianos hijos de inmigrantes que nacen en el país, hijos de madres dominicanas, que carecen de documentación alguna, y luego crecen convirtiéndose también en inmigrantes haitianos apátridas.
Este país no obstante posee una demanda de haitianos en la empleomanía dominicana, en el área de mano de obra que antes se conocía con el término de “Braceros haitianos”. Ellos han ido reemplazando la mano de obra dominicana, al realizar trabajos que los dominicanos no hacen, y mucho menos por el poco dinero que reciben para hacerlo.
La ocupación haitiana mucho depende de la gestión gubernamental, algunos consideran que las diferentes administraciones de nuestro estado no han sabido poner mano dura al tema de los inmigrantes. Exceptuando el Gobierno del tirano Rafael Leónidas Trujillo, quien a pesar de las medidas que desarrollo, trabajó a favor del control de la inmigración haitiana a valoración de un porcentaje de ciudadanos dominicanos.
Trujillo ordenó en 1937 una matanza de haitianos que según plantea el libro “La Era de Trujillo, narraciones de don Cucho”, de Virgilio Álvarez Pina, uno de los principales colaboradores del dictador, se debió a las denuncias recibidas en Montecristi sobre las acciones vandálicas que se atribuían a los haitianos en la frontera norte del país. Indignado y sin medir las consecuencias, el dictador le ordenó a los jefes militares de la zona que eliminaran a los haitianos que estuvieran aquí ilegalmente, explica Álvarez Pina en sus memorias.
“No sé con exactitud cuántos fueron los haitianos que murieron en esa ocasión, pero de lo que estoy seguro es de que fueron mucho menos que los mexicanos que murieron en su frontera”, así cuenta La Era de Trujillo, narraciones de don Cucho, que le respondió el dictador a periodistas que le preguntaron en Nueva York, en 1939, sobre la cantidad de haitianos que fallecieron en 1937.
En la República Dominicana existen áreas definidas en las que se concentran haitianos residentes en la ciudad de Santo Domingo, hasta el punto que se hallan localidades con nombres e insignias que les identifican, tal es el caso del mercadeo libre que es conocido como "El Pequeño Haití".
La realidad es que la invasión pacifica de haitianos indocumentados se justifica en la caridad de un mejor bienestar social que se ve afectado por la ola de discriminación y celo por parte de los dominicanos. Esto se ve materializado en las calles, en diversidades del comercio informar, trabajos domésticos y en los controversiales pedigüeños.
El ojo histórico de la causa de las “Repatriaciones de Haitianos”, se aloja en los diferentes acuerdos realizados para establecer los límites fronterizos de las naciones que conforma la Isla de Santo Domingo y sacando a relucir que esto se ha convertido en una problemática, debido a que los haitianos podrían sentirse con derecho al territorio dominicano por los distintos tratados realizados desde el año 1874, y aún más por los derechos de territorio otorgados por el gobierno de Lilís y que luego fueron reorganizados por el gobierno de Horacio Vásquez.
Desde hace más de un siglo, los haitianos han estado penetrando en el país, en tiempos de la Primera República por más esfuerzos que se hicieron para llegar a un acuerdo con Haití, nunca fue posible aclarar la cuestión de los limites fronterizos, pues el tratado de 1874 fue un instrumento defectuoso, de las negociaciones de Lilís.
Eso arrojó que en el país quedaran viviendo millones de haitianos en el sur y en la Línea Noroeste cerca de la frontera o mejor conocido como “Tierra de nadie”. A pesar de que siempre han vivido miles de haitianos allí, fue para 1919 cuando éstos comenzaron a cruzar al territorio dominicano.
Pero las cifras de nacionales haitianos en dominicana nunca llegaban a más de 5,000. Sin embargo, para el primer censo en 1920, los haitianos llegaron a representar el 59% del total de la población de extranjeros, que eran unos 47,780; y el 3% de la población total del país, lo que suponía el inicio del proceso de expansión y el camino a la cúspide de las repatriaciones de haitianos.
La presencia de los haitianos necesita de un plan de regularización, tanto para el control del flujo haitiano, como también para su trato humanitario por parte de los dominicanos que ya empiezan a ser racistas, enemigos y anti haitianos.
Los dominicanos han cambiado la percepción hacia los haitianosy ya insta a las autoridades de Migración a que procedan a repatriar a los haitianos indocumentados o de lo contrario lo harían ellos por su propia cuenta.
Como lo han hecho pobladores de sectores de la ciudad de Santiago, quienes amenazan de expulsar ellos mismos a los inmigrantes haitianos indocumentados que viven en sus comunidades, al acusarlos de cometer la mayoría de los hechos delictivos que se registran allí.
Además aseguran que los haitianos constituyen una grave amenaza de contagio de cólera, debido a que viven apiñados en habitaciones que no tienen baños, lo que los lleva a defecar en bolsas plásticas y lanzarlas en los patios de escuelas, viviendas, negocios y otros lugares.
A las repatriaciones decididas y llevadas a cabo, habrá que agregar la falta de entendimiento que se producen en aquellas comunidades del interior y que obligan a la expulsión de los haitianos que no se someten a las reglas del buen vivir.
Ante esta situación algunos aplauden que la República Dominicana recobre su cordura, recuerde que no puede cargar por siempre con las necesidades del vecino, y aplique una política de control y desalojo. En base a los derechos que se les confiere en calidad de indocumentados, sin que necesariamente sea violenta. Porque ningún haitiano se va a entregar por las buenas para ser repatriado.
Haití es un acontecimiento recurrente en nuestro país y los haitianos indocumentados una realidad casi irreversible.
República Dominicana y Haití comparten una historia común agravadas por los inmigrantes indocumentados haitianos que huyen de su país en busca de mejores condiciones de vida.
Lo que da pasó a las polémicas repatriaciones, el cuento de nunca acabar… Que sólo hacen que los deportados regresen días después, cruzando la frontera en reiteradas ocasiones a pesar del control de las autoridades en la línea. Así el problema se queda en tierra de nadie porque la frontera es permeable.
En tal sentido personalidades y documentos cuentan que las repatriaciones de haitianos no la quita nadie y mientras la comunidad internacional sigue ausente en Haití, los problemas se agravan, y las reacciones y los reclamos son y serán pocos efectivos, al menos para su país vecino.
Haití y sus nativos permanecen en una nación que se mantiene sin identidad étnica y cultural, no existe una infraestructura institucional ni la dirigencia política haitiana que sean capaces de articular, mínimamente una propuesta de país para los haitianos que viven en el vaivén.
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